Noralba y su hija Diana pertenecen a un grupo de desplazados de la comunidad Embera Chami que vive en Bogotá. Llegaron de Risaralda a la capital huyendo del conflicto armado y de la guerra por el oro que se desató desde comienzos de los años 90.
Tejen collares con diminutas pepas usando técnicas ancestrales pasadas de generación en generación. Cada motivo tiene un significado en su cultura. Los desplazados tuvieron que salir de su tierra cuando distintos grupos guerrilleros y paramilitares los invadieron: plantaban explosivos y ya no se podía ni caminar por su propia tierra. Los aviones sobrevolaban buscando guerrilleros y no se podía siquiera atravesar los platanales. Tenían hambre, mucho hambre. Tampoco podían ir de pesca o caza en su propia tierra. Las guerrillas mataban a quienes se les oponían y se llevaban a los niños para entrenarlos en la milicia. Cuando la mitad de la comunidad había muerto a causa del conflicto, Noralba y los miembros sobrevivientes de su familia comenzaron a caminar – con cuatro niños, sin ropa, sin zapatos, sin cobijas, sólo con hambre. El mayor tenía 11 años y el menor apenas unas semanas. Caminaron por tres días hasta llegar al pueblo más cercano.
A pesar de hablar sólo su idioma nativo en ese momento, lograron conseguir ayuda para llegar a Bogotá, donde finalmente encontraron una habitación para alquilar y una fundación que los ayudó a aprender español. Todavía duermen diez personas por habitación, con sus hijos, sus nietos sus parientes – hay días que tienen que elegir entre comer o pagar la renta.
Noralba cuenta que la vida en la ciudad es increíblemente dura: “Antes teníamos selva en la puerta de la casa, un espacio para cultivar nuestras verduras y animales para pescar y cazar. Aquí se lucha para poder pagar las cuentas”. Pero sin embargo todavía no pueden volver, aterrados por el conflicto, que todavía continúa.
Así que por ahora siguen desplazados en la capital: transmitiendo sus tradiciones ancestrales, enseñándole a sus nietos los motivos y diseños inscritos en sus artesanías y la historia de su gente. Noralba y Diana venden su trabajo en las calles para poder sobrevivir.